¿Futuro?: Dime lo que creas hoy
y te diré cómo será tu mañana.
En los próximos años, los avances de la tecnología y la robótica van a conllevar una reestructuración del mercado laboral a causa de automatización de procesos. Los puestos y sistemas de trabajo de algunos sectores requerirán menos capital humano para cubrir las mismas necesidades. Nacerán empleos que aún no conocemos, muchos de ellos vinculados a las nuevas tecnologías, que precisarán actitudes mucho más flexibles y transdisciplinares para una sociedad global. El contexto pronto nos obligará a pensar de forma más creativa y los equipos de trabajo deberán ser lo más heterogéneos posible, más efectivos, sin necesidad de tener a alguien que les indique qué hacer a cada momento.
Debemos preparar a las futuras generaciones para que puedan liderar la innovación en un contexto social y económico que hoy ya empezamos a vislumbrar.
Si bien las competencias técnicas seguirán siendo importantes en un futuro, tanto o más lo serán aquellas que permitan ser y sentirse imprescindible, que permitan crear relaciones interpersonales y encontrar respuestas innovadoras ante los retos de la realidad. La base de la profesionalidad de una persona se medirá por el valor humano que pueda aportar a su alrededor. Cada vez más, se buscará el talento único y diferencial, profesionales que tengan capacidad cognitiva general y no solo un título, un alto coeficiente intelectual o grandes resultados académicos. El talento humano va a convertirse en un factor decisivo en nuestro éxito como sociedad.
Las personas, poniendo en práctica su talento y desarrollando su potencial, pueden crear mucho valor (entendiendo por valor aquello que, por voluntad propia, supone un beneficio humano, medio ambiental y económico en una relación provechosa para todos (win-win)). Será la suma de los distintos valores individuales lo que nos permita no solo tener un futuro social, sino transformarlo en progreso.
Previendo esto, desde la educación podemos potenciar el talento para que los alumnos logren innovar, crear el cambio que deseen, y no solo adaptarse a lo que les venga determinado.
Futuro y progreso son cosas distintas. El futuro es lo que está por venir. El progreso es la acción que nos permite avanzar, ir hacia delante.
No podemos esperar que el futuro venga a decirles a nuestros alumnos cómo sobrevivir a sus circunstancias, sino que debemos permitir que puedan diseñarlo, transformarlo en progreso y llevarlo a un nivel superior. Lo importante no es que sean los más aptos para «sobrevivir» al mundo, sino que sean los que mejor conozcan su propia naturaleza para que puedan cooperar y «revivirlo».
Nos adentramos en un momento en el que debemos traspasar el protagonismo de la evolución del individuo a la sociedad, una «macroevolución» humana que, cimentada en la educación, puede llevarnos a un nuevo estadio: ciudadanos de futuro.
Hasta hoy, la frontera para evolucionar ha sido la angustia acerca del futuro, nuestros propios límites. Debemos trabajar para transformar esos límites en competencias ilimitadas, para que cada niño y niña pueda aportar su talento y complementar otros talentos distintos. Para ello, necesitamos trabajar desde la educación con cooperación, iniciativa y sobretodo valentía. La valentía será fundamental en este proceso. Necesitaremos desterrar el miedo de la escuela en todos sus alcances: miedo de los alumnos a suspender, miedo de los profesores a llevar a cabo dinámicas no planeadas, miedo de las propias escuelas a hacer algo que nunca antes no hizo ninguna otra escuela….
Debemos erradicar el miedo al fracaso, porque los ciudadanos de futuro solo podrán ser brillantes si tienen la oportunidad de fracasar y saben que, justo en ese espacio de riesgo, tienen la posibilidad de aprender, evolucionar y dar un paso más hacia su pleno desarrollo.
inn—Be