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liberando la energía de la pasión por aprender.
Cuando pensamos en el tiempo que estuvimos en la escuela y recordamos a nuestros profesores, los extremos son determinantes: están los que consideramos los «mejores» y están los que literalmente nos amargaron la existencia. No hay dos profesores iguales, pero la diferencia entre ellos puede ser abismal. Esa diferencia viene determinada por dos factores: la energía que desprenden y las consecuentes emociones que generan en sus alumnos.
Diversos estudios de neuroeducación han coincidido en la importancia de la emoción en el aprendizaje, pero poco se habla de la figura del profesor como artífice del escenario para generarlas. La emoción que genera un profesor en una experiencia de aprendizaje hará que le recordemos, para bien o para mal, como alguien que ha influenciado en nuestra identidad y nuestra visión del mundo.
La influencia educativa depende de la energía para generar emociones. Clic para tuitear
El profesor debería ubicarse siempre en una zona emocional positiva. Evidentemente, uno esperaría que todos los profesores quisieran hacer su trabajo lo mejor posible, que quisieran ser excelentes, pero aunque parece algo necesariamente vocacional, como ser médico, la educación es como cualquier otra profesión: existen buenos, normales y malos profesores.
Es necesario y realista saber que hay profesores que generan emociones negativas, poco profesionales, que no se sienten motivados y no tienen respeto hacia la responsabilidad moral de su trabajo: educar, potenciar y empoderar. No se trata solo de la metodología que pueden usar en el aula, sino sobre todo de su actitud, que puede provocar consecuencias que influencien en la vida y futuro del alumno/a: rechazo a alguna materia, inseguridad o anclajes negativos en la construcción de la identidad personal, de manera que en lugar de impulsar el desarrollo de las nuevas generaciones, transmiten miedo al fracaso y indecisión ante el mundo. Este perfil de profesor no debería formar parte de nuestras escuelas, deberíamos detectarlo y pensar en su cambio de formas o reemplazo inmediato, porque imponer una disciplina, sin duda, no es transmitir conocimiento ni generar situaciones de aprendizaje válidas.
Los profesores transformacionales lideran el cambio: en clase, en la escuela y en la sociedad. Clic para tuitear
Sin embargo, y por suerte, en el lado opuesto tenemos a grandes profesores, un bien único, un talento imprescindible en nuestra sociedad. Son profesores «transformacionales», involucrados, que respetan a sus estudiantes, que escuchan, que exigen, que inspiran a amar el aprendizaje y a cuestionar cualquier opinión o aspecto de la vida, profesores capaces de dar un giro a nuestro destino inspirándonos y alentándonos a conseguir superarnos y llegar donde soñamos.
La pregunta que debemos hacernos es ¿qué tipo de profesores queremos? o, en muchos casos, ¿qué tipo de profesor quiero ser?. Puede que signifique un esfuerzo extra, pero la respuesta es fácil si pensamos que en el área de alcance de cada uno está la posibilidad de hacer que un alumno sienta para siempre ganas de aprender.
Felices decisiones. ¡Growing by innovating!
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