Las evaluaciones de desempeño, las estadísticas, los resultados PISA, TIMSS y PIRLS. Finlandia, China, Corea. Los países bajos. ¿Hasta cuando la educación va a seguir inspirándose en la comparación de los distintos sistemas educativos y el rendimiento escolar?
Vivimos y actuamos de forma reactiva. Nos planteamos retos educativos y activamos esfuerzos de cambio cuando los resultados de los rankings nos sitúan por detrás de la mayoría de países europeos. Entonces, analizamos en profundidad los sistemas educativos que suponemos «mejores»que el nuestro,y intentamos reproducir aquello que parece funcionarles: la educación gratuita, la autonomía escolar, el prestigio para el profesorado, más tiempo libre, menos competencia…lo desgranamos todocomo si tratáramos con la receta de un éxito mágico. Pero, ¿es el contexto educativo el mismo para todos los países? ¿Tenemos las mismas necesidades? ¿Podemos compararnos, duplicar ideas e insertar cambios a la espera de obtenerlos mismos efectos?
Que el sistema educativo está estancado y necesita incorporar cambios es algo ampliamente compartido y debatido por la comunidad educativa. Ciertamente, podemos inspirar algunos movimientos de cambio a partir de aquello que realizan países que consideramos referentes a nivel educativo,porque han definido bien su modelo, porque les funciona, pero es importante tener presente que la realidad social, cultural e históricaque losenvuelve es distintaa la nuestra y afecta de diferente manera al desempeño de los alumnos. Copiar lo que hacen otros sistemas educativos no nos va a garantizar el éxito: hay que aportar, crear algo único. Es necesario encontrar una fórmula que dé respuesta al cambio que necesitamosen nuestro país.
La fórmula del éxito es tan sencilla como egocéntrica: pasa por situar en el epicentro del cambio en nuestras personas y en nuestro propio sistema educativo, no en el de otros.
El cambio llegará, y será fructífero, cuando nazca de nosotros y sea para nosotros, compartido por todos y con nuestros propios objetivos.Para lograr cambios pedagógicos y estructurales bien diseñados, potentesy adaptados a nuestras circunstancias, deberemos incorporar dos valores diferenciales:
Valor 1- Visión: ¿Qué queremos para nuestro sistema educativo? ¿qué queremos conseguir en realidad? ¿cómo? ¿para qué? Conocemosel estado actual de nuestra educación,perohabrá que imaginar la situación que desearíamos en un futuro. Necesitamosuna estrategia. Solo ese ideal educativo de lo que nos gustaría sernos permitirá planificar los pasos para llegar a él y diseñar un sistema que pueda responder a los resultados finales que queremos alcanzar.
Valor 2- Pasión: la estrategia por sí sola no tendría sentido, sería tan solo un conjunto de buenas intenciones bien argumentadas. Será necesario, además, «querer» conseguirla y «querer» vivirla, sobre todo por parte del equipo directivo. Ese «querer» significará ser determinantes desde la emoción, y la emoción nos conducirá a la acción. Los sentimientos, los valores y las emociones que el equipo directivo transmita promoverán la cooperación de profesores, padres y alumnos en un ambiente de compromiso con la visión. La pasión será el cambio químico que nos diferencie, nos fortalezca y nos haga más eficaces.
En definitiva,
Para construir la educación del futuro, ¡tenemos que soñar y hacer soñar, enamorar y enamorarnos!
Cuando unamos estrategia y emoción en nuestro modo de abordar nuevas posibilidades educativas, tendremos el resultado: empezará la acción.